Capítulo XL

La figura y forma divina y humana del rostro y el cuerpo de nuestro salvador Jesucristo.

La apariencia de nuestro Señor Jesucristo, tal como la hemos recibido de los antiguos, fue aproximadamente así, en tanto se puede comprender con palabras generales. Era de rostro agradable y animado. La estatura de su cuerpo era de siete palmos [N. de E.: 1 palmo tenía un valor de entre 0.24 y 0.3 metros, lo que significa una altura entre 1,68 y 2,10 metros] exactamente. Tenía el cabello de un color castaño claro, no muy denso, inclinándose ligeramente hacia los rizos. Tenía cejas negras, no muy arqueadas. De sus ojos fulvos y algo amarillentos destacaba una maravillosa gracia (1). Eran agudos y su nariz era más larga. La barba tenía el cabello de color castaño, no muy larga. Además, tenía el cabello de la cabeza más largo. Porque una navaja no subió a su cabeza, ni ninguna mano humana, excepto la de su madre, en su tierna edad. Su cuello era ligeramente inclinado, de manera que no era demasiado elevado y extendido en la estatura de su cuerpo. Además, su rostro tenía el color del trigo (2), no era redondo o agudo, sino similar al de su madre, ligeramente inclinado hacia abajo y moderadamente rojizo, mostrando una gravedad y prudencia combinadas con suavidad, y sin demostrar la propensión a la ira. Finalmente, era similar en todo a su divina y sin mancha Madre. Y esto es hasta aquí. El primer libro de historias abarca treinta y tres años, comenzando desde el cuadragésimo segundo año del reinado del César Augusto que ya estaba envejeciendo, en el cual nuestro Señor Jesucristo nació en carne de la Santa Virgen, y terminando en el décimo noveno (3) año de reinado del César Tiberio, que fue el cinco mil quinientos treinta y nueve desde la creación del mundo (4) y el trigésimo tercero desde el nacimiento del Señor (5).